(Millan Kunderaitar).
En los países occidentales, como Estados Unidos, Canadá y gran parte de Europa, la salud mental ha adquirido un lugar central en el bienestar general de la sociedad, se reconoce como un factor esencial y se promueve un esfuerzo continuo en la concienciación y reducción del estigma asociado a las enfermedades mentales, así como también se adquiere una mayor aceptación de la terapia y del tratamiento psiquiátrico. En este sentido cabe destacar que las campañas de concienciación y la educación pública han desempeñado un papel crucial en esta evolución, promoviendo la idea de que buscar ayuda es signo de fortaleza y no de debilidad.
Un punto muy importante es que en estos países reina el enfoque biomédico, con un tendencia bastante importante a medicalizar las condiciones mentales, considerándolas principalmente trastornos neurobiológicos, poniendo énfasis en el diagnóstico y en el tratamiento mediante medicamentos. Esta visión es muy criticada por el exceso en la medicación de los problemas mentales y la falta de accesibilidad a los servicios de salud mental para todos los sectores de la población, y por supuesto en la crítica se pone acento también en la simplificación y reduccionismo de la complejidad de las experiencias humanas y el no dar la importancia suficiente a los factores socioculturales y económicos que afectan a la salud mental.
Es España, diversos estudios constatan que es preocupante el exceso de medicación en salud mental y que muchos pacientes reciben fármacos sin la suficiente atención psicoterapéutica, una práctica que puede llevar a la dependencia, abuso y en consecuencia, por lo que se subraya la necesidad de un enfoque más integral y equilibrado en el abordaje de los problemas de salud mental.
En contraste, en muchas culturas orientales, como Japón, China y Corea del Sur, con su rica diversidad y profundas raíces filosóficas y espirituales, la salud mental se aborda de manera diferente, desde una perspectiva holística integrando cuerpo, mente y espíritu. Tradiciones como el budismo, el taoísmo y el confucianismo enfatizan la importancia del equilibrio interno y la armonía con el entorno. Prácticas como la meditación, el yoga y el tai-chi son ampliamente valoradas por sus beneficios físicos y por su capacidad para promover la paz mental y reducir el estrés. Además, la medicina tradicional china, por ejemplo, utiliza enfoques como la acupuntura y la fitoterapia para tratar los desequilibrios mentales, basándose en la teoría del yin y el yang y el flujo de la energía vital (qi). En Japón, el concepto de "kokoro" (corazón-mente) es clave del entendimiento de la salud mental, y la terapia Morita enfatiza la aceptación y la observación de los sentimientos, una práctica terapéutica que resulta muy distintiva.
En la India, el Ayurveda y el Yoga se integran en el tratamiento de la salud mental, promoviendo un enfoque holítico que incluye el equilibrio entre cuerpo y mente. En Japón se dan prácticas como el "shinrinyoku" (baños en el bosque) enfocados a reducir el estrés y mejorar el bienestar mental.
Al mismo tiempo, a pesar de estos enfoques integradores sigue persistiendo un estigma muy significativo en torno a las enfermedades mentales en algunas culturas orientales. La presión social para mantener la armonía y el honor familiar puede llevar a que las personas oculten sus problemas mentales por temor al rechazo o a la vergüenza y dificultan por ello que las personas busquen ayuda profesional. Sin embargo, son culturas que también ofrecen enfoques únicos, como la integración de la meditación y las prácticas espirituales tradicionales en el tratamiento de los trastornos mentales.
En culturas musulmanas de Oriente Medio, aunque el estigma y la falta de recursos siguen siendo un obstáculo importante, en el abordaje de la salud mental se integran la espiritualidad y la religión, en donde el apoyo comunitario y familiar, junto con la orientación religiosa juegan un papel vital en le manejo de los trastornos mentales.
En África, la enfermedad mental puede verse como consecuencia de factores espirituales o sociales, como la falta de armonía con los ancestros o la comunidad. Así, la percepción y el abordaje de la salud mental se ven influenciados por las tradiciones indígenas y prácticas espirituales, en donde el proceso de sanación se lleva a cabo través de rituales, la intervención de lideres comunitarios y el apoyo y cuidado continuo de la familia.
En las culturas indígenas de América la salud mental está intrínsecamente ligada a la conexión con la tierra y las prácticas espirituales ancestrales. Los rituales, la medicina tradicional y el consejo de los ancianos son esenciales para mantener el equilibrio mental.
Por otra parte, en cuanto al abordaje, mientras la cultura occidental tiende a medicalizar y utilizar enfoques científicos, la cultura oriental enfatiza métodos holísticos y la armonía espiritual. Estas perspectivas diversas y valiosas subrayan la importancia de integrar enfoques multifacéticos en el tratamiento de las enfermedades mentales, en donde la integración de prácticas tradicionales con métodos modernos puede proporcionar una atención más completa y culturalmente más sensible. La comprensión y el respeto por las distintas prácticas culturales pueden enriquecer y mejorar los métodos de atención, ofreciendo un apoyo más completo y efectivo a nivel global.
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