actuamos con nuestro cerebro primitivo"
La amígdala, centro de procesamiento emocional, detecta amenazas y activa la respuesta de "lucha o huida" de forma casi inmediata, desencadenando respuestas emocionales y fisiológicas para prepararse ante un peligro y maximizar las posibilidades de supervivencia. Así, durante una crisis de ansiedad, la amígdala puede activarse de manera desproporcionada antes estímulos inofensivos.
El hipocampo, por su parte, interviene en la formación y recuperación de recuerdos. Sin embargo, en personas con ansiedad puede volverse hipersensible e interpretar situaciones cotidianas como amenazantes debido a experiencias previas, reforzando la activación de la amídgala.
El sistema límbico (emocional) actúa más rápido que la corteza prefrontal (racional), y cuando la ansiedad se desata, esta pierde su capacidad de controlar la respuesta emocional. Esto puede intensificar los síntomas, generando pensamientos catastróficos y miedo intenso, incluso sin una amenaza real.
Por otro lado, la serotonina y la dopamina también del estado de ánimo y las emociones. Su alteración puede contribuir al desarrollo y mantenimiento de trastornos de ansiedad, ya que su desequilibrio hace a la persona más susceptible a reacciones exageradas ante situaciones estresantes.
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