En este contexto cabe cuestionarnos cómo se percibe la realidad social en general y a los individuos en concreto, así ¿el vestir de una determinada manera, lucir un corte de pelo específico o tener una nacionalidad concreta puede determinar nuestros actos? ¿nuestra imagen física o nuestra nacionalidad nos posiciona en una categoría social concreta? ¿el pertenecer a una categoría social condiciona que todas las características y roles generalizados en la categoría nos identifiquen a nivel individual?
Pues bien, no hay duda de que las normas sociales juegan un papel fundamental en la sociedad, son estas las que permiten regular las relaciones entre personas y tener control sobre las acciones de los individuos dentro del sistema. La finalidad de estas normas es establecer un orden social que responde a esas reglas, valores, principios.. y su incumplimiento conlleva a una serie de penalizaciones. Así, podemos afirmar que la mayoría de los comportamientos de las personas tienen un origen social, un comportamiento que es producto de la interacción con las personas y con su entorno, condicionado por un contexto concreto. Cabe decir también que es necesario considerar el carácter provisional de las normas ya que se crean y se mantienen o no dependiendo de las situaciones. Así, por ejemplo, si consideramos la norma general de "no discriminar", que responde a una norma explícita y legítima de la sociedad en la que vivimos, es posible que puedan surgir normas concretas de la situación misma que se antepongan a esta norma explicita. En este punto, para explorar el tema en profundidad echaremos mano de dos experimentos bastante divulgados, los experimentos de Milgram y Zimbardo, que arrojaron luz sobre la naturaleza de los prejuicios y el comportamiento humano.
En ambos experimentos se hace evidente como la presión del grupo y la obediencia a la autoridad desempeñan un papel importante para el cumplimiento de las ordenes impuestas, lo cual refleja la forma en que los prejuicios se perpetúan en la sociedad, ya que las personas pueden adoptar actitudes prejuiciosas para encajar o conformarse con el grupo al que pertenecen, y siguen las actitudes y creencias prejuiciosas de figuras de autoridad o líderes de grupo. Por otra parte también se evidencia la deshumanización y distancia emocional con los individuos, vemos como son reducidos a estereotipos y tratados de manera inhumana debido a su pertenencia a un grupo específico. Las investigaciones muestran que las personas se ajustan de forma pasiva e irreflexiva a las instrucciones y roles que les asignan las autoridades, independientemente de lo malévolos que sean. En ello queda demostrado la capacidad de las personas para actuar de manera sorprendente bajo ciertas circunstancias, hasta el punto de que un contexto determinado puede llegar a imponerse sobre los valores internos del individuo.
En esta línea, la historia nos muestra como la causa de los mayores genocidios y crímenes contra la humanidad se dan bajo instintos grupales y, no cabe duda de que, lo peor del ser humano es el egoísmo grupal, el cual se basa en la obediencia, conformismo y lealtad al grupo, en donde los ideales de cualquier índole asociados a la identidad tribal han sido más destructivos que el egoísmo individual.
A raíz de estas aportaciones, podemos concluir que el ser humano no siempre se siente responsable de sus acciones, ya que si estas son impuestas, ordenadas por un superior, al acatar las órdenes consideran la obediencia pero no culpa ni responsabilidad ante las mismas. Las fuerzas y sistemas sociales juegan un papel muy relevante en la determinación de la conducta humana. Así, nos encontramos que la obediencia es una cualidad humana que se nos impone desde pequeños como una virtud, pero si consideramos la obediencia ciega como una actitud sin responsabilidad, sin duda tendríamos que cuestionarnos mucho y reflexionar sobre ello, ya que según el contexto podría ser un gran defecto que causa muchos males.
No cabe duda de que en este contexto se muestra la frágil y delgada línea que separa el bien del mal, al ponerse sobre la mesa los efectos de los roles sociales impuestos en la conducta, lo que demuestra que la crueldad del ser humano puede ser inimaginable, y más aún cuando queda amparado por una situación social de protección o de poder.
Para finalizar, destacaremos que, tal y como hemos visto, los prejuicios son una parte muy lamentable de la experiencia humana, en donde la presión de grupo, la obediencia a la autoridad y la deshumanización son factores que pueden contribuir a su perpetuación.
No hay duda de que los prejuicios tienen un impacto muy significativo en la forma en que las personas son tratadas en la sociedad y son el ingrediente clave de la discriminación y la desigualdad. Combatir los prejuicios implica promover la educación, la empatía, la reflexión personal, la responsabilidad y la promoción de la igualdad y el respeto hacia todas las personas, independientemente de sus diferencias. Sin prejuicios ¿es posible? |
- Haslam, S. A., & Reicher, S. D. (2012). Contesting the “nature” of conformity: What Milgram and Zimbardo's studies really show. PLoS biology, 10(11), e1001426.
- Maestres, B. y Peñaranda M.C. (2004). La interacción social. Psicología Social. Editorial UOC.
- Pallí, C. y Martínez, Luz M. (2004). Naturaleza y organización de las actitudes. Psicología Social. Editorial UOC
- Samuel-Lajeunesse, J. F. (2004). Influencia, conformidad y obediencia: las paradojas del individuo social. Psicología social (pp. 257-376). Editorial UOC.