factores sociales, culturales y ambientales"
SÍ, PERO CON MATICES
En cambio, los cerebros XY presentan mayor conectividad dentro de cada hemisferio, lo que puede favorecer habilidades espaciales, razonamiento lógico y resolución de problemas de forma más localizada. Esta organización ha sido asociada a un estilo cognitivo más focalizado (Ingalhalikar et al., 2014).
También se han identificado diferencias de volumen: en promedio, los cerebros XY son ligeramente más grandes, incluso ajustando por tamaño corporal (Sowell et al., 2007). Sin embargo, la ciencia es clara: el tamaño no determina la inteligencia. Lo que importa es cómo se organiza y conecta la red neuronal, no su volumen (Ruigrok et al., 2014).
Lo más importante es recordar que estas diferencias no son determinantes. La neuroplasticidad, o capacidad del cerebro para adaptarse y cambiar, demuestra que nuestras experiencias, aprendizajes y entorno tienen tanto o más peso que la biología en la configuración de nuestra mente.
En educación, reconocer distintos patrones cognitivos podría permitir estrategias pedagógicas más inclusivas, que potencien fortalezas individuales y eviten enfoques únicos para todos.
Y en el campo científico, esta perspectiva promueve una comprensión más completa del cerebro humano, integrando factores biológicos, ambientales y sociales.
Como enfatizan Joel et al. (2015), los cerebros no se dividen en “masculinos” o “femeninos”, sino que cada uno es una combinación única de rasgos. Lo que la biología sugiere como tendencia, la experiencia lo transforma. Por eso, reducir las capacidades de una persona a sus cromosomas no solo es inexacto, sino profundamente injusto.
Para concluir, es necesario tener muy presente que, la influencia de los cromosomas sexuales en el cerebro existe, pero no nos define. Lo que sí nos define es la plasticidad de nuestro cerebro, su capacidad de evolucionar y adaptarse. En esa diversidad, tanto biológica como cognitiva y emocional, reside nuestra mayor riqueza como especie.
- Baron-Cohen, S., Knickmeyer, R. C., & Belmonte, M. K. (2013). Sex differences in the brain: implications for explaining autism. Science, 310(5749), 819-823.
- Häfner, H., Maurer, K., & Löffler, W. (2003). The influence of age and sex on the onset and early course of schizophrenia. The British Journal of Psychiatry, 162(S19), 80-86.
- Ingalhalikar, M., Smith, A., Parker, D., Satterthwaite, T. D., Elliott, M. A., Ruparel, K., ... & Verma, R. (2014). Sex differences in the structural connectome of the human brain. Proceedings of the National Academy of Sciences, 111(2), 823-828.
- Joel, D., Berman, Z., Tavor, I., Wexler, N., Gaber, O., Stein, Y., ... & Assaf, Y. (2015). Sex beyond the genitalia: The human brain mosaic. Proceedings of the National Academy of Sciences, 112(50), 15468-15473.
- Kuehner, C. (2017). Why is depression more common among women than among men? The Lancet Psychiatry, 4(2), 146–158.
- Ruigrok, A. N. V., Salimi-Khorshidi, G., Lai, M. C., Baron-Cohen, S., Lombardo, M. V., Tait, R. J., & Suckling, J. (2014). A meta-analysis of sex differences in human brain structure. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 39, 34–50.
- Sowell, E. R., Peterson, B. S., Kan, E., Woods, R. P., Yoshii, J., Bansal, R., ... & Toga, A. W. (2007). Sex differences in cortical thickness mapped in 176 healthy individuals between 7 and 87 years of age. Cerebral Cortex, 17(7), 1550-1560.