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A pesar de ser principalmente considerada como un estado emocional negativo, la ansiedad es un mecanismo natural, una respuesta emocional y fisiológica, normal y adaptativa, de protección y preservación ante posibles daños del ser humano. Un estado de alarma de carácter anticipatorio que promueve la activación del sistema nervioso autónomo y nos permite ponernos en alerta y prepara al organismo para reaccionar y protegerse, para tomar las precauciones necesarias ante amenazas o situaciones de peligro.
Así, aunque la experiencia no es agradable resulta inofensiva al mismo tiempo que necesaria ya que está al servicio de nuestra supervivencia. Además, es una emoción que, tal y como hemos señalado, nos despierta y activa, por lo que nos ayuda a movilizar recursos para afrontar desafíos, motivándonos para alcanzar metas y superar obstáculos, promoviendo que nos esforcemos más y que seamos más productivos. La ansiedad en su justa medida nos ayuda a tomar acción para adaptarnos a nuevos entornos y situaciones al hacernos conscientes de los cambios necesarios, al mismo tiempo que nos puede llevar a la reflexión y al autoconocimiento, permitiéndonos entender mejor nuestras propias necesidades y nuestros límites emocionales. Así, con una buena gestión de la misma, la ansiedad puede resultar un estado psicológico necesario con el cual la persona desarrolla sus inquietudes de mejorar y avanzar en facetas deseadas de su vida.
No hay duda de que una ansiedad excesiva, crónica o desproporcionada se vuelve en nuestra contra y afecta de forma muy negativa a todos los aspectos de la vida de la persona, alterando la forma de pensar, sentir y accionar, lo que nos llevaría a hablar de una ansiedad patológica, un estado promotor de síntomas físicos, psicológicos y comportamentales que resultan debilitantes y paralizantes. Esta circunstancia está relacionada con el miedo a que ocurra algo malo que se escape de nuestro control, presentando síntomas a nivel cognitivo, fisiológico y conductual. A nivel cognitivo-emocional se manifiesta en lo que pensamos y sentimos, la preocupación excesiva, temores o inseguridades sobre lo que pueda pasar. A nivel fisiológico, son manifestaciones corporales como la sudoración excesiva, temblores, palpitaciones, nerviosismo, molestias estomacales o musculares, mareos, etc. Y a nivel conductual, las reacciones y acciones relacionadas con la emoción, como por ejemplo evitar situaciones, fumar, beber o comer en exceso, entre otras. Síntomas que interfieren de forma negativa en el desarrollo normal de la vida diaria de la persona.
Así, podemos destacar que para poder controlar las emociones es fundamental y básico ser capaz de identificar el origen de la emoción, poder reconocer los síntomas y también disponer y usar estrategias que nos permitan una buena gestión emocional.
En relación a esto último, a las estrategias, que ayudan a promover el equilibrio entre la calma y la ansiedad, la literatura sobre la temática destaca como fundamental las siguientes:
- La práctica de la atención plena: Mindfulness. Se trata de conectar con el presente, estar en el ahora prestando atención a los pensamientos, emociones y sensaciones corporales, aceptando la situación sin tratar de cambiarla.
- Utilizar técnicas de respiración: respiración consciente. Concentrarse en la respiración, en como inhalamos y como exhalamos, una técnica que ayuda a calmar el ruido de la mente y por ende a reducir la ansiedad.
- Práctica de ejercicio físico y alimentación sana y equilibrada. Mantener una rutina de ejercicio físico moderado y una dieta saludable son puntos básicos de gran impacto en el bienestar físico y emocional.
- Gestión del tiempo. Es necesario aprender a priorizar las tareas y disponer de tiempo para cuidar el cuerpo y la mente.
- Tiempo de recreo. Poder disfrutar de cosas que nos gustan, momentos de diversión, dedicar tiempo a nuestras pasiones, ayuda a promover una buena salud mental y nuestro bienestar.
- Meditación. Aunque posiblemente no sean atractivas para todo el mundo, las técnicas de meditación son muy poderosas para encontrar la calma interior, la paz, la serenidad.
- Aceptación. Sin duda podemos considerar que la aceptación de las emociones es la estrategia de las estrategias ante la búsqueda del equilibrio. Es normal sentir ansiedad en ciertas situaciones y aceptar esto ayuda a tener un control sobre la misma. Abraza tus emociones y céntrate en gestionarlas de forma saludable.
- Apoyo social. Somos seres sociales y poder compartir con personas de confianza nuestros pensamientos y emociones resulta liberador.
- Apoyo Psicológico. Hay momentos y circunstancias en la vida que requieren ponerse en manos de un profesional, buscar ayuda psicológica es un recurso increíblemente eficaz que puede facilitar las cosas a la hora de manejar nuestro malestar psicológico ante cualquier tipo de situaciones y promover la salud y el bienestar de la persona.
No hay duda de la importancia del cuidado de nuestra salud mental, ya que tiene un impacto decisivo en nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Una buena salud mental es un aspecto fundamental de nuestro bienestar general y juega un papel crucial en nuestra capacidad para llevar una vida plena y satisfactoria.
¿Y tú, qué estrategias utilizas para encontrar el equilibrio entre la calma y la ansiedad?
- Clark, D. A., & Beck, A. T. (2016). Manual práctico para la ansiedad y las preocupaciones. Desclée De Brouwer.
- López, M. C. J. C., & Chávez, M. L. J. T. Manual para el manejo efectivo del estrés y la ansiedad.
- Martin, G. H., & Segura, P. C. (2010). Guía clínica para el manejo de la ansiedad. Instituto nacional de psiquiatría Ramon de la Fuente: Ciudad de México, México.
- Moreno, P., & Gutiérrez, A. (2011). Guía de la ansiedad. Clínica Moreno–Psicólogos.
- Sierra, J. C., Ortega, V., & Zubeidat, I. (2003). Ansiedad, angustia y estrés: tres conceptos a diferenciar. Revista mal-estar e subjetividade, 3(1), 10-59.r.
- Kuaik, I. D., & De la Iglesia, G. (2019). Ansiedad: revisión y delimitación conceptual. Summa Psicológica UST, 16(1), 42-50.